A partir del 2 de febrero, Netflix nos sumergirá en una nueva historia de ciencia ficción de tintes futuristas, en la que la humanidad sobrepasa el umbral de la muerte pasando de un cuerpo a otro.
Este programa, en el que participan Martha Higareda, Joel Kinnaman, Will Yun Lee, Dichen Lachman, Ato Essandoh, Chris Conner y Renée Elise Goldsberry está basado en la novela negra del escritor Richard K. Morgan.
«Carbón Alterado» está ambientada en un futuro dentro de más de 300 años, donde la inmortalidad corrompe a las personas y está llena de acción y reflexiones sobre la muerte.
En la serie, los humanos almacenan su conciencia en un disco insertado en la nuca que puede transferirse indefinidamente a otros cuerpos tras morir, siempre que ese dispositivo se mantenga intacto y que se pueda costear el precio de un cuerpo.
El resultado es que sólo los más ricos pueden ser inmortales y vivir en barrios lujosos, mientras que las clases bajas se quedan en ciudades superpobladas donde proliferan los negocios de realidad virtual.
La historia comienza en el año 2384, cuando el multimillonario de 365 años Laurens Bancroft (James Purefoy) quiere resolver su propio asesinato reviviendo a un antiguo guerrero, Takeshi Kovacs (Joel Kinnaman), quien en su investigación genera una espiral de violencia que empapa los diez capítulos de la primera temporada.
El actor británico James Purefoy señaló que la violencia en la serie aparece como consecuencia de alargar la vida indefinidamente, ya que esto «corrompe» a la gente. Añadió que, de todas formas, la violencia «ha sido parte de las obras dramáticas desde que éstas existen».
Y es que cada capítulo confirma que la inmortalidad es peligrosa.
Según Purefoy, un mundo así sería «una pesadilla», ya que al interpretar a un poderoso hombre de más de 300 años se dio cuenta de lo fácil que es manipular cuando se tiene tanta experiencia, y aseguró que «hay mucha gente mala» a la que no daría esa tecnología futurista.
«La tecnología está avanzando tan rápido que es muy difícil imaginar dónde estaremos en 150 años», reflexionó Kinnaman, quien añadió con aire pesimista que, a este ritmo, «en sólo 50 años» el mundo ya habrá cambiado significativamente.