La ciudad de Celaya, inmersa en una trama constante de violencia, vuelve a estremecerse ante la opinión pública con el brutal asesinato de cinco jóvenes, cuyos cuerpos fueron encontrados en un vehículo en un camino de terracería detrás del campus de la Universidad de Guanajuato el pasado domingo. Este incidente arroja luz sobre la persistente violencia que ha marcado la zona conurbada y desafía la percepción de seguridad que debería proporcionar un lugar frecuentado por maestros, estudiantes y la comunidad en general.

El lugar, que debería ser ajeno a eventos violentos, ha sido testigo de bloqueos, enfrentamientos y ejecuciones en el pasado, desafiando la presencia de la Policía de Celaya, liderada por el Secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Rivera Peralta. La presencia de agentes exfederales en la corporación celayense, destinados a abordar la violencia gestada en las comunidades rurales, plantea un desafío aún no resuelto.

La tensa tranquilidad en la región Laja Bajío, que abarca una cuarta parte del territorio estatal, es particularmente alarmante. A pesar de los esfuerzos para combatir las operaciones delictivas, la zona sigue siendo escenario de masacres y sucesos fuera de toda proporción. La llegada de exelementos de la extinta Policía Federal, propuesta por Sophia Huett López, de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública, buscaba abordar este desafío, extendiéndose desde Celaya hasta los Apaseos en la zona limítrofe con Querétaro.

La tragedia reciente, donde se presume que los estudiantes asesinados y el desaparecido asistieron a una fiesta en Querétaro, subraya la complejidad de la violencia que afecta no solo a Celaya sino también a las áreas circundantes. Este sombrío episodio recalca la necesidad urgente de estrategias integrales que aborden las raíces del problema y promuevan la seguridad en una región marcada por la persistente violencia.