No solo el medio del espectáculo quedó sorprendido e impactado ante el anuncio de que la cantante y líder de The Cranberries, Dolores O’Riordan, murió en Londres a los 46 años, el impacto fue en general, tanto los fans como quienes identificaban a la cantante no lograban entender cómo fue que se suscitó su muerte pues no existía un historial médico público que informara de posibles enfermedades de la cantante, no hubo una lucha por la sobrevivencia, y a pesar de que la familia había solicitado discreción sobre el tema como respeto al luto, los rumores no se han hecho esperar pero hay una realidad que pocos pueden explicar, la cantante sufrió de una muerte súbita.

Pero, ¿Qué es esta enfermedad? La muerte súbita es la parada cardiaca que se produce de forma abrupta, inesperada y repentina en personas que aparentemente tienen un buen estado de salud. Esta parada concluye con el fallecimiento del paciente si no recibe asistencia médica inmediata.

Se desencadena principalmente por una arritmia cardiaca, como bradicardia, taquicardia ventricular y, con más frecuencia, por fibrilación ventricular. Las personas que han tenido una muerte súbita pierden en primer lugar el pulso, a continuación, la consciencia y la capacidad de respirar.

Su causa más importante suele ser tener una enfermedad cardiovascular previa, es decir, toda alteración de la función cardiaca causada por una dilatación del corazón, por una válvula dañada o por anomalías congénitas en el músculo del corazón, podrían motivar el episodio. No obstante, también se han dado casos de personas que no habían padecido ninguna patología de este tipo.

Entre las principales enfermedades cardiacas que pueden desencadenar la muerte súbita y que poseen un componente genético preponderante se encuentran la miocardiopatía hipertrófica, la miocardiopatía dilatada y la displasia arritmogénica del ventrículo derecho.

Otros factores que podrían influir en su formación son la edad, el sexo (los hombres de avanzada edad tienen más posibilidades de sufrirla), el consumo de tabaco, obesidad, diabetes, subidas de tensión o unos niveles de colesterol LDL altos.