La política de México se desarrolla a la sombra de un palacio. El Palacio Nacional, sede de todo el poder gobernante desde hace más de 300 años y donde las decisiones son tomadas todos los días en la corte por un habitante que ostenta la autoridad presidencial según lo permita el capricho; no es en lo que se piensa cuando se consideran las aspiraciones nacionales, sino en la forma en que estas personas ejercen su influencia lo que realmente importa: el tiempo durante el cual las políticas llegan a buen puerto o fracasan estrepitosamente dependiendo totalmente de uno mismo.